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  • Foto del escritorJimmy Garcia Camargo

MI Niñez

Actualizado: 8 jul 2020

Mi niñez fue como un cuento pero producto de mi imaginación; la gente me escuchaba y aplaudía, y hasta llegué a construir un teatro imaginario al que describí como si existiera.


Lo ubiqué en un potrero donde solo había una edificación de ladrillo pero con su correspondiente escenario y allí realizaba, mentalmente, mis presentaciones… contando cuentos. Me imaginaba un sitio lleno de asientos ocupados por un público feliz de verme y de oírme.


- La verdad es que mi único público era mi madrina Elvira, a quien le gustaba escuchar mis historias, así supiera que eran producto de mi imaginación. -





Viví en un barrio que se llamaba chapinero y aunque quedaba en Bogotá, para ir al centro de la ciudad, era necesario tomar bus o tranvía porque aunque existían ya los automóviles estos no eran fáciles de adquirir en ese entonces.


Lo agradable de este sitio (chapinero), era que fácilmente nos reconocíamos con los habitantes residentes en el mismo sector.



Mi papá cambio un automóvil Ford, por un radio Telefunken (alemán), modelo gavotte, lo que hoy en día sería un mal negocio, pero en aquella época se justificaba el cambio, pues la radio empezó a formar parte de los hogares colombianos y podía llegar a ser mas importante un radio que un carro.




El campo para mi papá era su vida. En algunos casos era dueño, y en otros, administraba terrenos de otras personas; mi mamá, que era una mujer más de ciudad, vivía en Zipaquirá (municipio cercano a Bogotá, reconocida internacionalmente por su Catedral de Sal). Su familia se dedicaba al manejo de la sal, varios hermanos de ella, eran dueños de hornos para el secado. Otros, fueron empleados del Banco de la República. El Banco, junto con el IFI (Instituto de Fomento Industrial) fueron los concesionarios del gobierno nacional para la explotación y administración de la sal. En el año 1931, el Banco de la República inició como administrador de las minas de sal de Colombia.


En los primeros años de casada, mi mamá vivió en el campo donde tuvo que cambiar por completo su ritmo de vida. Ella, que era una mujer amante de la lectura, y de inquietudes intelectuales buscó la manera de dejar el campo y volver a la ciudad.




Recuerdo mis primeros años de infancia enmarcados en la disciplina trazada por mi mamá y Antonino Cañón (Toñito, como lo llamábamos cariñosamente); con los libros, la poesía y en algunos casos el teatro.

Me viene a la memoria, una obra montada por el Director de teatro CAMPITOS con su sainete HAY SOS CAMISÓN ROSADO.


También recuerdo que entre los declamadores de la época estaban BERTA SINGERMAN (actriz y declamadora rusa), quien además de hablar muy bien el español por haber vivido desde niña en Argentina, manejaba los brazos y las manos con una propiedad que casi dibujaban la letra de los poemas. Otro declamador que se destacó en aquella época (colombiano y bogotano por excelencia), VICTOR MALLARINO, me parece escucharlo declamando LOS CAMELLOS, de nuestro poeta Guillermo Valencia y otro poema que era del mismo Mallarino: LOS PREGONES DE BOGOTÁ, que estaba basado en la forma como, los que vendían la prensa, anunciaban los periódicos con un “sonsonete” muy característico. Esos periódicos eran EL TIEMPO, EL ESPECTADOR, LA REPUBLICA y otros.


Aprendí de memoria varios poemas que con la dirección del tío ANTONIO MARIA CAÑON recitaba con mucha propiedad lo que hacía que mi mamá, en toda reunión con amigos y familiares, me pusiera a recitar, yo lo hacía a regañadientes, no porque no me gustara sino porque me parecía que a los invitados no les iba a gustar.

Siempre estuve recitando, aprendía muchas poesías, algunas largas otras cortas, unas de poetas colombianos, pero también de españoles, mexicanos, nicaragüenses; es que en ese entonces aprender poemas era como aprender las tablas de multiplicar, un ejercicio diario que incentivaban para entrenar la memoria y demostrar los conocimientos.


Un día, llegó a Bogotá una compañía de variedades que se llamaba FRUTOS DE LAMONTAÑA (compañía juvenil de zarzuela) Como Antonio María era mi principal impulsor, le pareció que yo podía estar entre los artistas infantiles de esta compañía, por ello me llevó a hablar con el director de la misma, no propiamente para cantar, sino para recitar. El director era un paisa que, como el nombre de FRUTOS DE LA MONTAÑA, representaba a Antioquia y los artistas, en su mayoría, eran de ese departamento.


Cuando Antonio habló con el director, le pidió que me diera la oportunidad de recitar en el tiempo de variedades porque la parte central era la puesta en escena de una zarzuela.

El director solo me dijo suba al escenario y recite; cuando terminé me dijo que perfectamente podía hacerlo en su acto de variedades. Era mi primera actuación en un teatro: el teatro LUX (también llamado el Teatro Roxi), uno de los teatros mas grandes del centro de Bogotá, por lo tanto con un público muy numeroso. Y lógicamente no podía faltar que mi mamá estuviera allí para ver mi actuación. Cuando el maestro de ceremonias dijo:


- Y ahora les presento al pequeño gran recitador JIMMY GARCIA quien va a declamar “EL NOCTURNO” DE JOSÉ ASUNCIÓN SILVA - , el señor que estaba sentado cerca a mi mamá opinó en voz alta: -“como se les ocurre poner a un “culicagao” a recitar el nocturno de Silva”-. Para mi mamá fue algo que la impactó y no en vano, la molestó; por lo tanto, no me escuchó bien porque se dedicó a ver qué cara hacía su vecino que no estaba de acuerdo con mi presentación. Cuando terminé tuve un gran aplauso por parte del público y fue cuando mi mamá, toda orgullosa, le preguntó al señor:


- ¿cómo le pareció el muchacho?

- Lo hizo muy bien

Y mi mamá le acoto: ¡él es mi hijo!


El director de escena me había indicado que la salida del escenario era por los costados. Pero con el aplauso del púbico, con los nervios propios del momento y mis venias de agradecimiento al público, empecé a buscar la salida por el centro del telón y al no encontrar la abertura, fue tanto mi susto que me metí por debajo del telón llorando. Cuando el director de escena vio mi reacción, me sacó de nuevo al escenario y el público me recibió con un gran aplauso y pedía… ¡Otro!, ¡Otro!


La poesía me dio muchas satisfacciones aunque no siempre con aplausos, no olvido que recitando en una sesión solemne del colegio, la poesía de RUBEN DARIO, LOS MOTIVOS DEL LOBO, en la parte que el lobo dice: “Y ESA MALA GENTE”, me volteé a mirar, y con la mano señalé la mesa central donde estaban sentados el rector y los profesores, lo que causó la carcajada de los alumnos y seguramente de alguna parte del público. Afortunadamente, los de la mesa lo tomaron con una discreta sonrisa, y yo seguí recitando.




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